Documenta Catholica Omnia
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam


Index Verborum:     gracia


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Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos

§ 15

Ame mucho los trabajos y téngalos en poco por caer en gracia al Esposo, que por ella no dudó morir.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos a un Religioso para Alcanzar la Perfecion

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos copiados por Magdalena del Espiritu Santo

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos por la Madre Maria de Jesus

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos procedentes de Antequera

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos recogidos por la edicion de Gerona

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico Espiritual A

§ 0

Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.

§ 0

No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.

§ 1.2

En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere grande comunicación o noticia de Dios o otro algún sentimiento, no por eso se ha de persuadir a que aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios; ni tampoco que aquello que siente o entiende sea esencialmente Dios, aunque más ello sea, y que si todas esas comunicaciones sensibles e inteligibles le faltaren, no ha de pensar que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno puede saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo el Sabio (Ecle. 9, 1): Nemo scit utrum amore an odio dignus sit, que quiere decir: Ningún hombre mortal puede saber si es digno de gracia o aborrecimiento de Dios.

§ 1.2

En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere grande comunicación o noticia de Dios o otro algún sentimiento, no por eso se ha de persuadir a que aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios; ni tampoco que aquello que siente o entiende sea esencialmente Dios, aunque más ello sea, y que si todas esas comunicaciones sensibles e inteligibles le faltaren, no ha de pensar que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno puede saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo el Sabio (Ecle. 9, 1): Nemo scit utrum amore an odio dignus sit, que quiere decir: Ningún hombre mortal puede saber si es digno de gracia o aborrecimiento de Dios.

§ 7.7

7. esto es: danme a entender admirables cosas de gracia y misericordia tuya en las obras de tu encarnación y verdades de fe que de ti me declaran; y siempre me van más refiriendo, porque, cuanto más quisieren decir, más gracias podrán descubrir de ti.

§ 12.11

Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino según la voluntad y amor del alma.

§ 19.6

Y es en dos maneras, conviene a saber: a sí misma, no haciendo caso de sí en ninguna cosa sino del Amado, entregándose a él de gracia sin ningún interese, haciéndose perdidiza a sí misma, no queriendo ganarse en nada para sí; lo segundo, a todas las cosas, no haciendo caso de todas sus cosas, sino de las que tocan al Amado; y eso es hacerse perdidiza, que es tener gana que la ganen.

§ 20.7

La flor que tienen las obras y virtudes es la gracia y virtud que del amor de Dios tienen, sin el cual no solamente no estarían florecidas, pero todas ellas serían secas y sin valor delante de Dios, aunque humanamente fuesen perfectas.

§ 20.7

Pero, porque él da su gracia y amor, son las obras florecidas en su amor.

§ 21.6

Y por eso el alma en la dicha canción hace relación de estas dos cosas, como agradeciendo al Amado y regraciando tan gran merced, y también para gozarse ella y deleitarse en haber sido tan dichosa que haya caído en gracia a su Amado.

§ 22

Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.

§ 22.1

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haber él héchola merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que, por esa gracia y valor que de él recibió, mereció su amor, y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

§ 22.1

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haber él héchola merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que, por esa gracia y valor que de él recibió, mereció su amor, y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

§ 22.2

su gracia en mí tus ojos imprimían.

§ 22.3

Por los ojos del Esposo entiende aquí su Divinidad misericordiosa, la cual, inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en ella su amor y gracia, con que la hermosea y levanta tanto, que la hace consorte de la misma Divinidad.

§ 22.4

Y la causa por que él la adamó de esta manera tan estrecha, dice ella en este verso que era porque él quiso con mirarla darla gracia para agradarse de ella, dándole el amor de su cabello, y formándola con su caridad la fe de su ojo.

§ 22.4

Y así dice: Por eso me adamabas; porque poner Dios en el alma su gracia es hacerla digna y capaz de su amor.

§ 22.4

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 22.4

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 22.4

Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 22.4

Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 22.4

Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 22.4

Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 22.4

Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 22.5

De donde amar Dios al alma es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola consigo, y así ama al alma en sí consigo con el mismo amor que él se ama; y por eso en cada obra merece el alma amor de Dios, porque, puesta en esta gracia y alteza, merece al mismo Dios en cada obra.

§ 22.6

En ese favor y gracia que los ojos de tu misericordia me hicieron de levantarme a tu amor, tuvieron valor y merecieron,

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 23

No quieras despreciarme, que si color moreno en mi hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mi dejaste.

§ 23.1

Animándose ya la esposa y preciándose a sí misma en las prendas y precio que de su Amado tiene, viendo que, por ser cosas de él (aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna estima) merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado y dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya después que él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y vistió de su hermosura, que bien la puede ya mirar la segunda y más veces, aumentándole la gracia y hermosura, pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía ni tenía partes para ello.

§ 23.1

Animándose ya la esposa y preciándose a sí misma en las prendas y precio que de su Amado tiene, viendo que, por ser cosas de él (aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna estima) merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado y dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya después que él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y vistió de su hermosura, que bien la puede ya mirar la segunda y más veces, aumentándole la gracia y hermosura, pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía ni tenía partes para ello.

§ 23.4

gracia y hermosura en mí dejaste.

§ 23.5

Mucho se agrada Dios en el alma a quien ha dado su gracia, porque en ella mora bien agradado (lo cual no hacía antes que se la diese), y ella está con él engrandecida y honrada, y por eso es amada de él inefablemente, y la va él comunicando siempre en todos los afectos y obras de ella más amor.

§ 23.5

Y así lo da a entender Dios hablando con su amigo Jacob por Isaías (Is 43, 4), diciendo: Ex quo honorabilis factus es in oculis meis, et gloriosus, ego dilexi te, que quiere decir: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia mirándote la primera vez, por la cual te hiciste honrado y glorioso en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 23.5

Y así lo da a entender Dios hablando con su amigo Jacob por Isaías (Is 43, 4), diciendo: Ex quo honorabilis factus es in oculis meis, et gloriosus, ego dilexi te, que quiere decir: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia mirándote la primera vez, por la cual te hiciste honrado y glorioso en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 25.4

Porque aspirar en el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes; y aspirar por el alma es hacer Dios toque en las virtudes y perfecciones que ya le son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí admirable fragancia y suavidad; bien así como cuando menean las especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella moción, derraman la abundancia de su olor, el cual antes no era tal ni se sentía en tanto grado.

§ 26.2

Y así pienso que este estado nunca es sin confirmación en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes, confirmándose aquí la de ella en Dios; y así es el más alto estado a que en esta vida se puede llegar.

§ 27.2

Entendiendo por el manzano el árbol de la cruz, donde el Hijo de Dios redimió y, por consiguiente, se desposó con la naturaleza humana, y consiguientemente con cada alma, dándola él gracia y prendas para ello, por los merecimientos de su pasión.

§ 29.2

A todas éstas llama ninfas, porque así como las ninfas con su afición y gracia atraen para sí a los amantes, así estas operaciones y movimientos de la sensualidad sabrosamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte razonal, sacándola de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y apetecen, moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se case y junte con ellas en su bajo modo sensual, procurando conformar a la parte razonal y aunarla con la sensual.

§ 31.2

Llama al alma blanca palomica por la blancura y limpieza que ha recibido de la gracia que ha hallado en Dios.

§ 35.2

Porque la voluntad del alma, convertida en voluntad de Dios, toda es ya voluntad de Dios, y no está perdida la voluntad del alma, sino hecha voluntad de Dios, y así, el alma ama a Dios con voluntad de Dios, que también es voluntad suya; y así, le amará tanto como es amada de Dios, pues le ama con voluntad del mismo Dios, en el mismo amor con que él a ella la ama, que es el Espíritu Santo, que es dado al alma, según lo dice el Apóstol (Rm. 5, 5), diciendo: Gratia Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis, que quiere decir: La gracia de Dios está infusa en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.

§ 35.5

Llamando a el otro día al estado de la justicia original, en que Dios le dio en Adán gracia e inocencia, o al día del bautismo, en que el alma recibió pureza y limpieza total, la cual dice aquí el alma en estos versos que luego se la daría en la misma unión de amor.

§ 36.4

De donde san Pedro (2 Pe. 1, 2­4) dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud para la vida y la piedad por el conocimiento de aquel que nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza.

§ 36.8

El donaire del soto desea también mucho el alma ver, el cual es la gracia y sabiduría y donaire que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, sino la que hacen entre sí en la respondencia sabia y ordenada de unas a otras, así superiores como inferiores.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual B

§ 0

32 Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso me decían los míos adorar lo que en ti vían.

§ 0

33 No quieras despreciarme que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.

§ 1.4

En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere gran comunicación o sentimiento o noticia espiritual, no por eso se ha de persuadir a que aquello que siente es poseer o ver clara y esencialmente a Dios, o que aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios, aunque más ello sea; y que si todas esas comunicaciones sensibles y espirituales faltaren, quedando ella en sequedad, tiniebla y desamparo, no por eso ha de pensar que la falta Dios más así que así, pues que realmente ni por lo uno puede saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo el Sabio (Ecle. 9, 1): Ninguno sabe si es digno de amor o de aborrecimiento delante de Dios.

§ 1.8

Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia.

§ 1.11

Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido.

§ 1.14

Que, por consistir en ésta la perfección de amor en que se posee Dios con muy junta y particular gracia, vive el alma en esta vida, cuando ha llegado a ella, con alguna satisfacción, aunque no con hartura, pues que David (Sal. 16, 15), con toda su perfección, la esperaba en el cielo, diciendo: Cuando pareciere tu gloria, me hartaré.

§ 7.7

7. esto es: danme a entender admirables cosas de gracia y misericordia tuya en las obras de tu Encarnación y verdades de fe que de ti me declaran; y siempre me van más refiriendo, porque cuanto más quisieren decir, más gracias podrán descubrir de ti.

§ 8.5

5. es a saber, de la grandeza, hermosura, sabiduría, gracia y virtudes que de él entiendes.

§ 11.3

La segunda presencia es por gracia, en la cual mora Dios en el alma agradado y satisfecho de ella.

§ 11.4

Porque, así como con su presente ser da ser natural al alma y con su presente gracia la perfecciona, que también la glorifique con su manifiesta gloria.

§ 11.5

Lo mismo le acaeció a Moisés en el monte Sinaí (Ex. 33, 13), que, estando allí en la presencia de Dios, tan altos y profundos visos de la alteza y hermosura de la divinidad de Dios encubierta echaba de ver que, no pudiendo sufrirlo, por dos veces le rogó le descubriese su gloria, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces por mi propio nombre y que he hallado gracia delante de ti; pues, luego, si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu rostro para que te conozca y halle delante de tus ojos la gracia cumplida que deseo; la cual es llegar al perfecto amor de la gloria de Dios.

§ 11.5

Lo mismo le acaeció a Moisés en el monte Sinaí (Ex. 33, 13), que, estando allí en la presencia de Dios, tan altos y profundos visos de la alteza y hermosura de la divinidad de Dios encubierta echaba de ver que, no pudiendo sufrirlo, por dos veces le rogó le descubriese su gloria, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces por mi propio nombre y que he hallado gracia delante de ti; pues, luego, si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu rostro para que te conozca y halle delante de tus ojos la gracia cumplida que deseo; la cual es llegar al perfecto amor de la gloria de Dios.

§ 11.5

Lo mismo le acaeció a Moisés en el monte Sinaí (Ex. 33, 13), que, estando allí en la presencia de Dios, tan altos y profundos visos de la alteza y hermosura de la divinidad de Dios encubierta echaba de ver que, no pudiendo sufrirlo, por dos veces le rogó le descubriese su gloria, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces por mi propio nombre y que he hallado gracia delante de ti; pues, luego, si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu rostro para que te conozca y halle delante de tus ojos la gracia cumplida que deseo; la cual es llegar al perfecto amor de la gloria de Dios.

§ 11.9

La una, porque en aquel tiempo, aunque muriesen en gracia de Dios, no le habían de ver hasta que viniese Cristo, y mucho mejor les era vivir en carne aumentando los merecimientos y gozando la vida natural, que estar en el limbo sin merecer y padeciendo tinieblas y espiritual ausencia de Dios.

§ 11.10

Pero ahora ya en la ley de gracia, que, en muriendo el cuerpo, puede ver el alma a Dios, más sano es querer vivir poco y morir para verle.

§ 13.12

Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino según la voluntad y amor del alma.

§ 16.5

Porque aspirar en el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes, y aspirar por el alma es hacer Dios toque y moción en las virtudes y perfecciones que ya le son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí admirable fragancia y suavidad al alma; bien así como cuando menean las especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella moción, derraman la abundancia de su olor, el cual antes ni era tal ni se sentía en tanto grado.

§ 17.4

A todas éstas llama ninfas, porque así como las ninfas con su afición y gracia atraen a sí a los amantes, así estas operaciones y movimientos de la sensualidad sabrosa y porfiadamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte racional, para sacarla de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y apetecen; moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se case y junte con ellas en su bajo modo de sentido, procurando conformar y aunar la parte racional con la sensual.

§ 20.3

Y así, pienso que este estado nunca acaece sin que esté el alma en él confirmada en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes, confirmándose aquí la de Dios en el alma.

§ 21.3

Esto es, debajo del favor del árbol de la Cruz, que aquí es entendido por el manzano, donde el Hijo de Dios redimió y, por consiguiente, desposó consigo la naturaleza humana, y consiguientemente a cada alma, dándola él gracia y prendas para ello en la Cruz.

§ 21.6

Porque aquél es desposorio que se hizo de una vez, dando Dios al alma la primera gracia, lo cual se hace en el bautismo con cada alma.

§ 22.1

Y así, el alma no sólo se acuesta en el lecho florido, sino en la misma flor, que es el Hijo de Dios, la cual en sí tiene divino olor y fragancia y gracia y hermosura, como también él lo dice por David (Sal. 49, 11) diciendo: La hermosura del campo está conmigo.

§ 27.8

Y es en dos maneras, conviene a saber: a sí misma, no haciendo caso de sí en ninguna cosa sino del Amado, entregándose a él de gracia sin ningún interés, haciéndose perdidiza a sí misma, no queriendo ganarse en nada para sí; lo segundo, a todas las cosas, no haciendo caso de todas sus cosas sino de las que tocan al Amado, y eso es hacerse perdidiza, que es tener gana que la ganen.

§ 28.8

La flor que tienen las obras y virtudes es la gracia y virtud que del amor de Dios tienen, sin el cual no solamente no estarían floridas, pero todas ellas serían secas y sin valor delante de Dios aunque humanamente fuesen perfectas.

§ 28.8

Pero porque él da su gracia y amor, son las obras floridas en su amor.

§ 28.10

Pero, si yo quisiese dar a entender la hermosura del entretejimiento que tienen estas flores de virtudes y esmeraldas entre sí o decir algo de la fortaleza y majestad que el orden y compostura de ellas ponen en el alma y el primor y gracia con que la atavía esta vestidura de variedad, no hallaría palabras y términos con que darlo a entender.

§ 30.1

Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.

§ 30.2

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haberle hecho la merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que por esa gracia y valor que de él recibió mereció su amor y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

§ 30.2

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haberle hecho la merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que por esa gracia y valor que de él recibió mereció su amor y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

§ 30.3

su gracia en mí tus ojos imprimían.

§ 30.4

Por los ojos del Esposo entiende aquí su Divinidad misericordiosa, la cual, inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en ella su amor y gracia, con que la hermosea y levanta tanto, que la hace consorte de la misma Divinidad (2 Pe. 1, 4).

§ 30.5

Y la causa por que la adamó de esta manera tan estrecha, dice ella en este verso que era porque él quiso, con mirarla, darle gracia para agradarse de ella, dándole el amor de su cabello, y formándola con su caridad la fe de su ojo.

§ 30.5

Y así, dice: por eso me adamabas; porque poner Dios en el alma su gracia es hacerla digna y capaz de su amor.

§ 30.5

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 30.5

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 30.5

Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 30.5

Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 30.5

Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 30.5

Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 30.5

Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.

§ 30.6

Y por eso en cada obra, por cuanto la hace en Dios, merece el alma el amor de Dios; porque, puesta en esta gracia y alteza, en cada obra merece al mismo Dios.

§ 30.7

Es a saber, en ese favor y gracia que los ojos de tu misericordia me hicieron cuando tú me mirabas, haciéndome agradable a tus ojos, y digna de ser vista de ti, merecieron

§ 30.8

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, que son los ojos con que de mi puedes ser visto, merecieron levantarse a mirarte, las cuales antes con la miseria de su baja operación y caudal natural estaban caídas y bajas ­porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios­, y así merecían las potencias del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios, en la cual toda operación es meritoria.

§ 30.8

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, que son los ojos con que de mi puedes ser visto, merecieron levantarse a mirarte, las cuales antes con la miseria de su baja operación y caudal natural estaban caídas y bajas ­porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios­, y así merecían las potencias del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios, en la cual toda operación es meritoria.

§ 30.8

Adoraban, pues, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo que en él ya veían, lo cual antes por su ceguera y bajeza no veían. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en Dios, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando tan allegada a Dios, ahora cuando no lo estaba.

§ 30.8

Todo esto merecían adorar ya con merecimiento los ojos del alma, porque estaban ya graciosos y agradables al Esposo; lo cual antes no sólo no merecían adorar ni ver, pero ni aun considerar de Dios algo de ello; porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin su gracia.

§ 31.2

De donde, viendo que de su parte ninguna razón hay ni la puede haber para que Dios la mirase y engrandeciese, sino sólo de parte de Dios, y ésta es su bella gracia y mera voluntad, atribuyéndose a sí su miseria y al Amado todos los bienes que posee, viendo que por ellos ya merece lo que no merecía, toma ánimo y osadía para pedirle la continuación de la divina unión espiritual, en la cual se le vayan multiplicando las mercedes; todo lo cual da ella a entender en la siguiente canción.

§ 31.2

No quieras despreciarme, que si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.

§ 31.3

Animándose ya la Esposa y preciándose a sí misma en las prendas y precio que de su Amado tiene, viendo que por ser cosas de él (aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna estima), merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado, y dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya después que él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y vistió con su hermosura, que bien la puede ya mirar la segunda y más veces, aumentándote la gracia y hermosura, pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía ni tenía partes para ello.

§ 31.3

Animándose ya la Esposa y preciándose a sí misma en las prendas y precio que de su Amado tiene, viendo que por ser cosas de él (aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna estima), merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado, y dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya después que él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y vistió con su hermosura, que bien la puede ya mirar la segunda y más veces, aumentándote la gracia y hermosura, pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía ni tenía partes para ello.

§ 31.4

No dice esto por querer la tal alma ser tenida en algo, porque antes los desprecios y vituperios son de grande estima y gozo para el alma que de veras ama a Dios, y porque ve que de su cosecha no merece otra cosa, sino por la gracia y dones que tiene de Dios, según ella va dando a entender, diciendo:

§ 31.6

Después que me miraste, quitando de mí ese color moreno y desgraciado de culpa con que no estaba de ver, en que me diste la primera vez gracia, ya bien puedes mirarme, esto es, ya bien puedo yo y merezco ser vista, recibiendo más gracia de tus ojos, pues con ellos no sólo la primera vez me quitaste el color moreno, pero también me hiciste digna de ser vista, pues con tu vista de amor,

§ 31.6

Después que me miraste, quitando de mí ese color moreno y desgraciado de culpa con que no estaba de ver, en que me diste la primera vez gracia, ya bien puedes mirarme, esto es, ya bien puedo yo y merezco ser vista, recibiendo más gracia de tus ojos, pues con ellos no sólo la primera vez me quitaste el color moreno, pero también me hiciste digna de ser vista, pues con tu vista de amor,

§ 31.6

gracia y hermosura en mí dejaste.

§ 31.7

Lo que ha dicho el alma en los dos versos antecedentes es para dar a entender lo que dice san Juan en el Evangelio (1, 16), es a saber, que Dios da gracia por gracia, porque, cuando Dios ve al alma graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más gracia, por cuanto en ella mora bien agradado.

§ 31.7

Lo que ha dicho el alma en los dos versos antecedentes es para dar a entender lo que dice san Juan en el Evangelio (1, 16), es a saber, que Dios da gracia por gracia, porque, cuando Dios ve al alma graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más gracia, por cuanto en ella mora bien agradado.

§ 31.7

Lo que ha dicho el alma en los dos versos antecedentes es para dar a entender lo que dice san Juan en el Evangelio (1, 16), es a saber, que Dios da gracia por gracia, porque, cuando Dios ve al alma graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más gracia, por cuanto en ella mora bien agradado.

§ 31.7

Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33, 12­13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te conozca y halle gracia delante de tus ojos.

§ 31.7

Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33, 12­13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te conozca y halle gracia delante de tus ojos.

§ 31.7

Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33, 12­13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te conozca y halle gracia delante de tus ojos.

§ 31.7

Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33, 12­13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te conozca y halle gracia delante de tus ojos.

§ 31.7

Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33, 12­13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te conozca y halle gracia delante de tus ojos.

§ 31.7

Y porque con esta gracia ella está delante de Dios engrandecida, honrada y hermoseada, como habemos dicho, por eso es amada de él inefablemente.

§ 31.7

De manera que, si antes que estuviese en su gracia por sí sólo la amaba, ahora que ya está en su gracia, no sólo la ama por sí, sino también por ella; y así, enamorado de su hermosura, mediante los efectos y obras de ella, ahora sin ellos, siempre le va él comunicando más amor y gracias, y como la va honrando y engrandeciendo más, siempre se va más prendando y enamorando de ella.

§ 31.7

De manera que, si antes que estuviese en su gracia por sí sólo la amaba, ahora que ya está en su gracia, no sólo la ama por sí, sino también por ella; y así, enamorado de su hermosura, mediante los efectos y obras de ella, ahora sin ellos, siempre le va él comunicando más amor y gracias, y como la va honrando y engrandeciendo más, siempre se va más prendando y enamorando de ella.

§ 31.7

Porque así lo da Dios a entender, hablando con su amigo Jacob por Isaías (43, 4), diciendo: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia por su vista, por la cual te hiciste glorioso y digno de honra en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 31.7

Porque así lo da Dios a entender, hablando con su amigo Jacob por Isaías (43, 4), diciendo: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia por su vista, por la cual te hiciste glorioso y digno de honra en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 31.8

Y así, el dinero que tenía el siervo no en gracia de su señor, le fue quitado y dado al que tenía más dineros que todos juntos en gracia de su señor.

§ 31.8

Y así, el dinero que tenía el siervo no en gracia de su señor, le fue quitado y dado al que tenía más dineros que todos juntos en gracia de su señor.

§ 32.1

Y así, ella en la canción pasada acaba de despreciarse a sí llamándose morena y fea, y de alabarte a él de hermoso y gracioso, pues con su mirada le dio gracia y hermosura.

§ 32.3

Llama al alma blanca palomica por la blancura y limpieza que ha recibido de la gracia que ha hallado en Dios.

§ 36.3

Y así, ama el alma a Dios con voluntad y fuerza del mismo Dios, unida con la misma fuerza de amor con que es amada de Dios; la cual fuerza es en el Espíritu Santo, en el cual está el alma allí transformada; que siendo él dado al alma para la fuerza de este amor, supone y suple en ella, por razón de la tal transformación de gloria, lo que falta en ella; lo cual, aun en la transformación perfecta de este estado matrimonial a que en esta vida el alma llega, en que está toda revertida en gracia, en alguna manera ama tanto por el Espíritu Santo, que le es dado (Rm. 5, 5) en la tal transformación.

§ 37.6

De donde san Pedro (2 Pe. 1, 2­4) dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud para la vida y la piedad, por el conocimiento de aquel que nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza.

§ 37.11

Por el donaire de este soto, que también pide al Esposo el alma aquí para entonces, pide la gracia y sabiduría y la belleza que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, así terrestres como celestes, sino también la que hacen entre sí, en la respondencia sabia, ordenada, graciosa y amigable de unas a otras, así de las inferiores entre sí como de las superiores también entre sí, y entre las superiores y las inferiores, que es cosa que hace al alma gran donaire y deleite conocerla.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual CA

§ 23.

Cuando tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.

§ 24.

No quieras despreciarme, que, si color moreno en mi hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mi dejaste.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cautelas

§ 13.

Y de esta manera vencerás en el bien el mal (Rm. 12, 21), y echarás lejos el demonio y traerás alegría de corazón Y esto procura ejercitar más en los que menos te caen en gracia.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Dichos de luz y amor

§ 26.

Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo , pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Epistolario

§ 12

Déle Dios, hija mía, siempre su santa gracia, para que toda en todo se emplee en su santo amor, como tiene la obligación, pues sólo para (esto la crió y redimió).

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Grados de Perfecciòn

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    La Subida del Monte Carmelo

§ 1.4.4

- Y toda la gracia y donaire de las criaturas, comparada con la gracia de Dios, es suma desgracia y sumo desabrimiento; y, por eso, el alma que se prenda de las gracias y donaire de las criaturas, sumamente es desgraciada y desabrida delante los ojos de Dios; y así no puede ser capaz de la infinita gracia de Dios y belleza, porque lo desgraciado grandemente dista de lo que infinitamente es gracioso.

§ 1.4.4

- Y toda la gracia y donaire de las criaturas, comparada con la gracia de Dios, es suma desgracia y sumo desabrimiento; y, por eso, el alma que se prenda de las gracias y donaire de las criaturas, sumamente es desgraciada y desabrida delante los ojos de Dios; y así no puede ser capaz de la infinita gracia de Dios y belleza, porque lo desgraciado grandemente dista de lo que infinitamente es gracioso.

§ 1.4.4

- Y toda la gracia y donaire de las criaturas, comparada con la gracia de Dios, es suma desgracia y sumo desabrimiento; y, por eso, el alma que se prenda de las gracias y donaire de las criaturas, sumamente es desgraciada y desabrida delante los ojos de Dios; y así no puede ser capaz de la infinita gracia de Dios y belleza, porque lo desgraciado grandemente dista de lo que infinitamente es gracioso.

§ 1.12.2

Y es lo primero, si basta cualquier apetito para obrar y causar en el alma los dos males ya dichos, es a saber: privativo, que es privar al alma de la gracia de Dios, y el positivo, que es causar en ella los cinco daños principales que habemos dicho.

§ 1.12.3

A lo cual respondiendo, digo a lo primero que, cuanto al daño privativo, que es privar al alma de Dios, solamente los apetitos voluntarios que son de materia de pecado mortal pueden y hacen esto totalmente, porque ellos privan en esta vida al alma de la gracia y en la otra de la gloria, que es poseer a Dios.

§ 1.12.3

Pero hay esta diferencia: que los apetitos de pecado mortal causan total ceguera, tormento e inmundicia y flaqueza, etc.; y los otros de materia de venial o imperfección no causan estos males en total y consumado grado, pues no privan de la gracia, de donde depende la posesión de ellos, porque la muerte de ella es vida de ellos; pero cáusanlos en el alma remisamente, según la remisión de la gracia que los tales apetitos causan en el alma.

§ 1.12.3

Pero hay esta diferencia: que los apetitos de pecado mortal causan total ceguera, tormento e inmundicia y flaqueza, etc.; y los otros de materia de venial o imperfección no causan estos males en total y consumado grado, pues no privan de la gracia, de donde depende la posesión de ellos, porque la muerte de ella es vida de ellos; pero cáusanlos en el alma remisamente, según la remisión de la gracia que los tales apetitos causan en el alma.

§ 1.12.3

De manera que aquel apetito que más entibiare la gracia, más abundante tormento, ceguera y suciedad causará.

§ 1.14.1

Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que trata de la noche sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del sentido y por qué se llama noche; y también habiendo dado el orden y modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, síguese ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la dicha canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta noche que es la espiritual.

§ 2.4.4

Pues, como quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.

§ 2.4.4

Pues, como quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.

§ 2.5.4

Porque éste no se comunica sino por amor y gracia, en la cual no todas las almas están; y las que están, no en igual grado, porque unas están en más, otras en menos grados de amor.

§ 2.5.4

De manera que el alma no ha menester más que desnudarse de estas contrariedades y disimilitúdines naturales, para que Dios, que se le está comunicando naturalmente por naturaleza, se le comunique sobrenaturalmente por gracia.

§ 2.5.5

No dio poder a ningunos de éstos para poder ser hijos de Dios, sino a los que son nacidos de Dios, esto es, a los que, renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es hombre viejo (cf.

§ 2.7.11

Y así, en él hizo la mayor obra que en (toda) su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios.

§ 2.21.13

Lo cual se ha de entender, no concurriendo con su favor para que deje de ser engañado; porque eso quiere decir cuando dice: Yo, el Señor, le responderé por mí mismo, enojado; lo cual es apartar él su gracia y favor de aquel hombre.

§ 2.22

En que se desata una duda, cómo no será lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja.

§ 2.22.2

Y así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

§ 2.22.3

Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.

§ 2.26.11

Lo cual pertenece al espíritu de profecía y a la gracia que llama san Pablo (1 Cor. 12, 10) don de discreción de espíritus.

§ 3.19.9

De éstos fue el inicuo Balam, que la gracia que Dios le había dado vendía (Nm. 22, 7); y también Simón Mago, que pensaba estimarse la gracia de Dios por el dinero (queriéndola comprar (Act. 8, 18­19).

§ 3.19.9

De éstos fue el inicuo Balam, que la gracia que Dios le había dado vendía (Nm. 22, 7); y también Simón Mago, que pensaba estimarse la gracia de Dios por el dinero (queriéndola comprar (Act. 8, 18­19).

§ 3.19.9

En lo cual estimaba en más el dinero, pues le parecía que había quien lo estimase en más dándole gracia por el dinero).

§ 3.21.1

Por bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire, complexión corporal y todas las demás dotes corporales; y también en el alma, buen entendimiento, discreción, con las demás cosas que pertenecen a la razón.

§ 3.21.1

En todo lo cual poner el hombre el gozo, (porque él o los que a él pertenecen tengan tales partes y no más), y no dar antes gracias a Dios, que las da para ser por ellas más conocido y amado, y sólo por eso gozarse, vanidad y engaño es, como lo dice Salomón (Pv. 31, 30), diciendo: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la que teme a Dios, ésa será alabada.

§ 3.21.1

Que, por eso, dice que la gracia corporal es engañadora, porque en la vía al hombre engaña y le atrae a lo que no le conviene, por vano gozo y complacencia de sí o del que la tal gracia tiene; y que "la hermosura es vana", pues que al hombre hace caer de muchas maneras cuando la estima y en ella se goza, pues sólo se debe gozar en si sirve a Dios en él o en otros por él; mas antes debe temer y recelarse (que) no, por ventura, sean causa de sus dones y gracias naturales que Dios sea ofendido por ellas, por su vana presunción o por extrema afición poniendo los ojos en ellas.

§ 3.21.1

Que, por eso, dice que la gracia corporal es engañadora, porque en la vía al hombre engaña y le atrae a lo que no le conviene, por vano gozo y complacencia de sí o del que la tal gracia tiene; y que "la hermosura es vana", pues que al hombre hace caer de muchas maneras cuando la estima y en ella se goza, pues sólo se debe gozar en si sirve a Dios en él o en otros por él; mas antes debe temer y recelarse (que) no, por ventura, sean causa de sus dones y gracias naturales que Dios sea ofendido por ellas, por su vana presunción o por extrema afición poniendo los ojos en ellas.

§ 3.21.2

Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en este vano gozo, advirtiendo que la hermosura y todas las demás partes naturales son tierra, y que de ahí vienen y a la tierra vuelven; y que la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y que, para no caer en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en estas cosas enderezar el corazón a Dios en gozo y alegría de que Dios es en sí todas esas hermosuras y gracias eminentísimamente, en infinito sobre todas las criaturas; y que, como dice David (Sal. 101, 27), todas ellas, como la vestidura, se envejecerán y pasarán, y sólo él permanece inmutable para siempre.

§ 3.30.1

Por los cuales entendemos aquí todos los dones y gracias dados de Dios, que exceden la facultad y virtud natural, que se llaman gratis datas, como son los dones de sabiduría y ciencia que dio a Salomón, y las gracias que dice san Pablo (1 Cor. 12, 9­10), conviene a saber: fe, gracia de sanidades, operación de milagros, profecía, conocimiento y discreción de espíritus, declaración de las palabras y también don de lenguas.

§ 3.30.4

Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y caridad se pueden ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22­24) y a Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9­11), por otros secretos de naturaleza.

§ 3.31.7

Debe, pues, el que tuviere la gracia y don sobrenatural, apartar la codicia y gozo del ejercicio de él, descuidando en obrarle; porque Dios, que se le da sobrenaturalmente para utilidad de su Iglesia o de sus miembros, le moverá también sobrenaturalmente cómo y cuándo le deba ejercitar.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva A

§ 1.1.12

Y cuando no llegue a tanto como esto, aunque esté en Dios, que es su centro por gracia y por la comunicación suya, si todavía tiene movimiento para más y fuerza para más, y no está satisfecha, aunque está en el centro, no en el más profundo, pues puede ir a más.

§ 1.1.13

Y así, si tiene un grado de amor, ya está en su centro de Dios; porque un grado de amor basta para estar en Dios por gracia.

§ 2.1.15

Y esto hiciste tú con la liberalidad de tu general gracia para conmigo en el toque con que me tocaste del resplandor de tu gloria y figura de tu sustancia (Hb. 1, 3), que es tu Unigénito Hijo; en el cual, siendo él tu Sabiduría, tocas fuertemente desde un fin hasta otro fin por su limpieza (Sab. 7, 24).

§ 2.1.19

Y así, gusta el alma aquí de todas las cosas de Dios, comunicándosele fortaleza, sabiduría y amor, hermosura y gracia y bondad, etc.

§ 3.1.23

En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión: que lo uno es bien quererse, y lo otro es también comunicarse, que es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.

§ 3.1.24

Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy purgada de otros gustos y apetitos extraños, según la parte inferior y superior, y enteramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento pronto y libre, ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad, todo lo que puede por vía de voluntad y gracia.

§ 3.1.24

Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy purgada de otros gustos y apetitos extraños, según la parte inferior y superior, y enteramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento pronto y libre, ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad, todo lo que puede por vía de voluntad y gracia.

§ 3.1.24

Y esto es haberle, Dios dado en el sí de ella su verdadero sí y entero de su gracia.

§ 3.1.62

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado a esta alma antes, con que la había abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hechóla en esto agradable, llamó otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 3.1.62

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado a esta alma antes, con que la había abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hechóla en esto agradable, llamó otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 3.1.68

Porque allí verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con propiedad de derecho, por la gracia que Dios de sí mismo le hizo, y que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva B

§ 0

Y cuando no ha llegado a tanto como esto, cual acaece en esta vida mortal, en que no puede el alma llegar a Dios según todas sus fuerzas, aunque esté en este su centro, que es Dios, por gracia y por la comunicación suya que con ella tiene, por cuanto todavía tiene movimiento y fuerza para más, no está satisfecha, aunque esté en el centro, no empero en el más profundo, pues puede ir al más profundo en Dios.

§ 0

De manera que para que el alma esté en su centro, que es Dios, según lo que habemos dicho, basta que tenga un grado de amor, porque por uno solo se une con él por gracia.

§ 0

Y esto hiciste tú con la liberalidad de tu generosa gracia, de que usaste conmigo con el toque que me tocaste de resplandor de tu gloria y figura de tu sustancia (Hb. 1, 3), que es tu Unigénito Hijo, en el cual, siendo él tu Sabiduría, tocas fuertemente desde un fin hasta otro fin (Sab. 7, 24); y este Unigénito Hijo tuyo, ¡oh mano misericordiosa del Padre!, es el toque delicado con que me tocaste en la fuerza de tu cauterio y me llagaste.

§ 0

Y así, gusta el alma aquí de todas las cosas de Dios, comunicándosele fortaleza, sabiduría y amor, hermosura, gracia y bondad, etc.

§ 0

17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos resplandores,

§ 0

En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que lo uno es bien quererse, y la otra es también comunicarse; que es tanta la diferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio.

§ 0

Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy pura y purgada de otros gustos y apetitos extraños, según la parte inferior superior, y enteramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento propio y libre, ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad todo lo que puede por vía de voluntad y gracia.

§ 0

Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy pura y purgada de otros gustos y apetitos extraños, según la parte inferior superior, y enteramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento propio y libre, ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad todo lo que puede por vía de voluntad y gracia.

§ 0

Y esto es haberle Dios dado en el sí de ella su verdadero sí y entero de su gracia.

§ 0

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado antes a esta alma, con que le había alumbrado el ojo del abismo de su espíritu, abriéndosele a la divina luz y haciéndola en esto agradable a sí, llamó a otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable a Dios, que podemos decir que la luz de Dios y del alma toda es una, unida la luz natural del alma con la sobrenatural de Dios, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce ya la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

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Y así, la luz de la gracia que Dios había dado antes a esta alma, con que le había alumbrado el ojo del abismo de su espíritu, abriéndosele a la divina luz y haciéndola en esto agradable a sí, llamó a otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable a Dios, que podemos decir que la luz de Dios y del alma toda es una, unida la luz natural del alma con la sobrenatural de Dios, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce ya la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 0

Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y que, como cosa suya, le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella.

§ 0

En otras almas que no han llegado a esta unión, aunque no está desagradado, porque, en fin, están en gracia, pero por cuanto aún no están bien dispuestas, aunque mora en ellas mora secreto para ellas; porque no le sienten de ordinario, sino cuando él les hace algunos recuerdos sabrosos, aunque no son del género ni metal de éste, ni tienen que ver con él, ni al entendimiento y demonio les es tan secreto como estotro, porque todavía podrían entender algo por los movimientos del sentido (por cuanto hasta la unión no está bien aniquilado) que todavía tiene algunas acciones y movimientos acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente puro espiritual.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Noche Oscura

§ 1.1.2

La amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma, eso mismo hace con ella; porque la hace hallar dulce y sabrosa la leche espiritual sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y en los ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor tierno, bien así como a niño tierno (1 Pe. 2, 2­3).

§ 1.2.7

Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios la niega (Sab. 4, 6).

§ 1.5.1

Por causa de la concupiscencia que tienen muchos principiantes en los gustos espirituales, les poseen muy de ordinario muchas imperfecciones del vicio de la ira; porque, cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas espirituales, naturalmente se hallan desabridos y, con aquel sinsabor que traen consigo, traen mala gracia en las cosas que tratan, y se aíran muy fácilmente por cualquier cosilla, y aun a veces no hay quien los sufra.

§ 1.6.5

Estos, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios: y de tal manera se apropian a esto, que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque mayor es el invisible de la gracia que da; que, porque pongan en él los ojos de la fe, quita Dios muchas veces esotros gustos y sabores sensibles.

§ 2.12.1

Porque la limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de Dios; porque los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir "enamorados", pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.

§ 2.21.2

Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra cosa que disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura que de suyo tenía: ahora por debajo de aquella forma y traje, mostrar de fuera la voluntad y pretensión que en el corazón tiene para ganar la gracia y voluntad de quien bien quiere; ahora también para encubrirse de sus émulos, y así poder hacer mejor su hecho.

§ 2.21.3

El alma, pues, aquí tocada del amor del Esposo Cristo, pretendiendo caerle en gracia y ganarle la voluntad, aquí sale disfrazada con aquel disfraz que más al vivo represente las afecciones de su espíritu y con que más segura vaya de los adversarios suyos y enemigos, que son: demonio, mundo y carne.

§ 2.21.3

Y así, la librea que lleva es de tres colores principales, que son blanco, verde y colorado, por los cuales son denotadas las tres virtudes teologales, que son: fe, esperanza y caridad, con las cuales no solamente ganará la gracia y voluntad de su Amado, pero irá muy amparada y segura de sus tres enemigos.

§ 2.21.4

Y para conseguir la gracia y unión del Amado no puede el alma haber mejor túnica y camisa interior, para fundamento y principio de las demás vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin ella, como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es agradar a Dios, y con ella es imposible dejarle de agradar, pues él mismo dice por el profeta Oseas (2, 20): Desponsabo te mihi in fide.

§ 2.21.10

Sobre el blanco y verde, para el remate y perfección de este disfraz y librea, lleva el alma aquí el tercer color, que es una excelente toga colorada, por la cual es denotada la tercera virtud, que es caridad, con la cual no solamente da gracia a las otras dos colores, pero hace levantar tanto al alma de punto, que la pone cerca de Dios tan hermosa y agradable, que se atreve ella a decir: Aunque soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy hermosa; y por eso me ha amado el rey, y metídome en su lecho (Ct. 1, 4).

§ 2.21.10

Con esta librea de caridad, que es ya la del amor, que en el Amado hace más amor, no sólo se ampara y encubre el alma del tercer enemigo, que es la carne (porque donde hay verdadero amor de Dios, no entrará amor de sí ni de sus cosas), pero aun hace válidas a las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para amparar al alma, y gracia y donaire para agradar al Amado con ellas, porque sin caridad ninguna virtud es graciosa delante de Dios; porque ésta es la púrpura que se dice en los Cantares (3, 10), sobre que se recuesta Dios, viéndose en el alma.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Otras del mismo a lo divino

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Que va por super flumina



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gozándolas
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gozándose
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gracias
graciosa
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graciosas

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